jueves, 29 de julio de 2010

Caminos vacíos llenos de almas en pena sollozando por los rincones, cariños deshechos, finales a medio terminar, sufrimientos gratuitos. Espontaneidad que rompe corazones, que no mide fuerzas, que sobrepasa las limitaciones, que está para confundirse o apoderarse de la impulsividad que nos provoca daño, palabras que cobran vida sólo por ser dichas en un instante y dejan de ser importantes al otro. Palabras que son la espada que atraviesa almas, que las agujera dejando cicatrices imborrables, aún cuando esas heridas sanan. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero los recuerdos son imágenes que están ahí, inherentes a los daños vividos, y son quienes nos hacen aprender de los malos momentos. Es aquí cuando aparecen soles, pequeñas lucecitas que iluminan nuestra oscuridad lamentosa para convertirla en la mejor fiesta de la vida.

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